viernes, 10 de marzo de 2017

Bajo el Marañón Duerme la Abuela

Por Esneda Beatriz Arrieta Neira


Shhhhhh es la una de la tarde y luego del almuerzo la abuela sentada en su mecedora, duerme la siesta en el solar.  Hace calor pero a la sombra de los palos de mango, marañón, guayaba, guanábana, tamarindo y palmas de coco, el viento cómplice sopla para que ella descanse, porque madruga mucho.  Ella es la reina, la dueña, la matrona, es una mujer fuerte pero es linda, dulce y tierna, una mujer trigueña, de mediana estatura, caderona, de mirada dulce y suave, de sonrisa cómplice, de ojos pequeños, de eternas trenzas cogidas en una moña atrás de la cabeza, siempre usa vestidos a media pierna y con bolsillos para guardar  la devuelta de los mandados.  Su casa siempre huele a café recién hecho a las seis de la mañana y a las cuatro de la tarde.
Allí nos encontramos sus nietos cada período de vacaciones y aunque somos de diferentes edades quedamos bajo su supervisión y ella se encarga de proveer todo lo que podamos necesitar.  Tenemos un perro negro y grande que nos protege, gallinas para corretear y quitarles los huevos a la hora del desayuno, un marrano que ella engorda para los tamales en diciembre, muchos árboles frutales y una chalupa que mandó traer porque alguna de las más pequeñas un día se lo pidió, la instaló debajo del palo de mango, jugábamos en ella sentados remando y cuando nos cansamos la volteamos y la usamos de comedor.
La casa, ubicada en la calle principal también tenía un corredor en el que jugábamos bajo su estricta vigilancia, ella sentada en su mecedora en un extremo, con su abanico que le ayudaba a refrescarse y a espantar los moscos, saludaba a todos sus conocidos.  Los nuestros no tenían permiso para arrimar, solo podíamos verlos en misa o cuando la abuela dormía en el corredor o en el solar.  Pasó el tiempo y siempre desde cualquier lugar regresábamos a verla y a vernos.
Una mañana la abuela ya no despertó y al viajar a despedirla descubrí que la casa, el solar y el corredor no eran tan grandes como los recordaba, pero si era muy grande el amor que todos sentíamos por ella en la familia y en el pueblo, había tenido muchos hijos y enviudó muy joven, sin embargo su casa era de todos y ayudaba a cuantos podía.   
Shhhhh la abuela duerme,  el mango, el marañón y todos los demás árboles siguen ahí y su recuerdo siempre estará en esa casa y en los recuerdos que mi mente guarda.  

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