Escucho sus gemidos y evito a toda costa mirar el rostro
crispado de dolor, su mirada hincada y lagunosa mira al vacío, tiene calambres.
Se siente como si rasgasen la piel en pedazos, pero a ella, por supuesto, le
duele más.
Arrebatada otra vez de los brazos de Hipnos, preparo una poción
inútil de agua tibia y sal, el vaso quema en mis manos, pero su trémula mano lo
recibe, bebe con avidez, la insípida medicina huye de su garganta y escapa por
sus lagrimales.
Mi bilis se revuelve e intento no demostrar mi
animadversión; pero le desprecio, sus ojos siempre reflejan un ser deleznable y
egoísta, me ha arrebatado del más puro placer tornando en mí, una esclava de la
culpa y el rencor, nada puedo hacer y lo sabe, ¿por qué insiste en hacerme
victimaria?
Será, así será, volveré a fingir que duermo profundamente,
entonces, su macilenta figura sollozará mientras camina de habitación en
habitación, pero si nadie la escucha y todos fingen. Así es, al final todo es
como siempre, la maldita está sentada a los pies de mi cama y me mira con
compasión.
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