El metro llega a la estación, cierro mi libro y alzo mi vista, todavía no he llegado a mi
destino. Sonrío al darme cuenta que las seis personas enfrente están todas
enajenadas en su celular, me parece una extraña coincidencia, miro a mi alrededor
con la intención de contar cuantas más atienden a la pantalla de su celular. Mi
sonrisa se desvanece, en todo el barrido visual no hay nadie erguido, me entra un
extraña sensación de pánico, me siento sola, no hay nadie en este vagón, todos
estan online.
Me levanto alterada, me quiero bajar. Camino hacia el próximo vagón, nadie me
mira, camino más rápido y tropiezo con alguien, me disculpo, no hay respuesta.
Sigo caminando, busco contacto visual, se me dificulta respirar, tengo inmensos
deseos de encontrar a alguien viendo el paisaje o tan solo inmerso en sus
pensamientos, me empieza a doler el pecho, quiero hablar, no, quiero gritar, decir
que me siento mal, pero siento que a nadie le va importar.
Se abren las puertas del vagón, corro hacia ellas, intentó salir, el tumulto empuja
hacia dentro, me estrujan, me estrechan, me abro paso, salgo. Respiro profundo,
pongo las manos sobre mis rodillas, mi libro ¿Dónde está mi libro?
Alguien me toma por el hombro, volteo, miro sus ojos, son grandes y negros y están
posados en mí, hay alguien ahí, me entrega mi libro, me dice algo que no logro
entenderle, sonríe y se va.
Me conecté con tu idea de la muchedumbre online estrujando en un vagón sin realmente estar ahí, la gran turba ausente. Me gustaría llegar a conocerte pero obviamente no quisiera que me dieras tu celular.
ResponderEliminarRicardo Jota
Me gustó mucho. Sigue escribiendo
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