El rio reta al mar cuando rompe el límite de arena que los separa. La mar revuelta reclamaba con brío la
impertinencia que causaban las lluvias de La Sierra. Todos estaban alegres; el alcohol, los juegos en la
playa y la brisa fresca. Era época de vacaciones, la playa estaba llena de turistas etílicos y familias que
conocían por primera vez el mar.
El sol se ahogaba sin miedo en el nordeste. Yo había vendido todas las bolitas de coco, que había
preparado la “Niña Nena” en la mañana no muy temprano. Porque por primera vez durante mis 24 años
de vida, se había levantado tarde. Estaba de mal humor y no era para menos, el día no alcanzaría para
rayar la cantidad suficiente de coco, y darle punto al caramelo. Pero la “Niña” detuvo la prisa del
tiempo, preparando lo de costumbre aunque por el afán las cocaditas, habían quedado con toque
ahumado. Eso no me preocupaba, con mi picardía podía hacer que la mercancía se agotara.
Sentada sobre la arena plateada, los vi. Primero escuché las carcajadas, después, dos figuras. Un padre
joven y su último hijo, una niña de escasos tres años. Juan, era un padre y esposo feliz, que le cumplía
una promesa a su esposa por darle una niña. La familia conocería el mar.
Jugaban a esquivar las olas, cuando se aproximaban dependiendo el tamaño reaccionaban. Si eran
grandes su sumergían y si eran pequeñas las tomaban por encima. Y sentada viendo la felicidad,
recordé las palabras de “La Nena”, al entregarme la mercancía: “Hoy no te bañes en el mar”,
diciéndolo con una voz casi silenciosa. Sin entender por qué me lo decía, un escalofrío me atrapó, pero
“La Nena” me sacó de la sensación diciendo: “Muévete, lo que llevas no se vende solo”.
El engaño ocurrió frente a mí. Una ola pequeña en el momento justo en que no puedes reaccionar se
creció. El padre quedó sobre la arena y con los pantalones abajo. Pero la niña no resolló. Juan buscó
con impaciencia. Comerciantes y turistas se unieron al desespero de un padre que buscaba a su hija.
Yo no ayudé en la búsqueda. Cada año pasa y sus cuerpos nunca aparecen.
El mar a alguien se lleva y yo vi como arrastró a la consentida.
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