Se celebraba la inauguración de la sede berlinesa de la Corporación Trump
para el Aprendizaje Competitivo, ubicada sobre el costado norte de la Unter den Linden, en
el espacio que por un poco más de dos centurias ocupó “La Idea de Universidad", la mítica
Humboldt-Universität. La extraña y desafiante réplica enana de rascacielos manhattanite que
en su lugar ahora se erguía, al margen del esfuerzo creativo que el octogenario Libeskind
hubiera puesto en el diseño de esta estaca refulgente y muda clavada en el corazón cultural
de Berlín, habría hecho llorar a Goethe, Schiller a Heine o inclusive, a Marlene Dietrich.
Este espacio que había visto al último Maestro y al primer Profesor de la universidad moderna
un poco más de dos centurias atrás, ahora veía la extinción del último profesor para darle
paso a la especie mejor adaptada al sistema: el instructor. Entre la selecta concurrencia a la
inauguración se encontraba precisamente uno de sus exponentes más afamados, Mr. Mart,
mejor conocido como Mr. Mooc o Mr. Everywhere, quien ofrecía cursos on line sobre
emprendimiento, spin-off y marketing para algo más de 3,5 millones de “estudiantes”
alrededor del mundo. Mr Mart, estaba extasiado, y al igual que último Maestro, también
creía presenciar el Fin de la Historia. Una mezcla de piano electrónico, percusión metálica,
timbres sintéticos, ruidos robóticos y voces reducidas a objetos sonoros carentes de contenido
semántico ambientaban el encuentro. Videos art-pop tipo Vaporwave, Internet Club o New
Dreams de artistas, alguna vez fieles al accelerationist zeitgeist, ahora sin alma pero con
mucha fama, subsumidos ahora en el pensamiento único, eran traídos vía streaming a la gran
pantalla holográfica del salón Chicago. La concurrencia se sentía protagonista de una Gran
Transformación. “Innovación”, “destrucción creativa”, “competitividad”, “crecimiento del
crecimiento”, “competencias”, “capital humano”, “mercado laboral”, “flexicurity”, “management”, “mercados financieros”, “inversión”, “rentabilidad”, “rankings”, “servicios
educativos”…, eran palabras que como lluvia fina pero pertinaz iban inundando el perfumado
y confortable ambiente del Chicago hasta casi ahogar la “música”. “Los filósofos no han
hecho más que interpretar el mundo, pero ahora de lo que se trata es de transformarlo", en
letras doradas sobre un mármol verde esmeralda se leía a la entrada del gran salón. Era lo
único que se conservaba de la antigua Humboldt-Universität, frase que en un giro paradojal
terminó siendo acogida por la Corporación por pragmática y utilitarista que según los más
cultos de entre la adinerada concurrencia, había sido escrita por un tranquilo joven de
Tréveris, estudiante de Derecho, brillante y dedicado que, sin embargo, debió dejar esta
Universidad antes de terminar sus estudios, según ellos, por falta de un crédito educativo.
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