Ahora
que vuelvo mi mirada atrás, las señales estaban muy claras. Llegué aquí con la
promesa de superar esta vil enfermedad que me aqueja.
Me
tomó un par de años, decenas de cirugías, e incontables transfusiones, entender
la magnitud de la mala decisión que marcaría mi final.
Por
más que indagué no supe quiénes nos retenían, pero a pesar del principio
secreto de su secta, algunas pistas sueltas quedaron camufladas como un camino
de dulces. Para aquellas épocas los grandes poderes necesitaban sacrificar conejillos
de indias para salvar su legado, una epidemia amenazaba con extinguir a los
humanos.
Siempre
tuve esperanzas de recuperarme, mucho más cuando me dejaron ir a casa. Pensé
que lo había conseguido, justo cuando noté el lago de sangre.
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