Por Javier Alexander Perez Cardona
Anoche entré en una depresión incontrolable, de esas donde dormís con la luz en la cara
esperando la mayor desgracia o bien una mejor respuesta. ¿Por qué entré en ese estado que
a muchos ha atormentado? Porque resulta que mientras terminaba de sorber lo último que
quedaba de la botella de ron, me atajaron con una pregunta intolerante, personal y poco
discreta que termina por hacerle pasar la resaca a cualquiera y la convierte en pasado.
“¿Has amado tanto a alguien como para preferir su felicidad a la tuya?” - ¿Qué espera
alguien que uno le responda? (…)
¡Joder sí, claro que le he amado! Me anduve todo el tiempo a su lado, pero caemos en la
diminuta resolución de que creemos que es su felicidad lo que saciamos mientras perdemos
la propia y no es así, no es así porque hacemos lo que creemos que está bien para ir llenado
su “felicidad”, no es así porque su felicidad no depende si no de nuestros actos malos y
hablo de esto porque ahí es donde te das cuenta que era feliz por su cuenta pero era infeliz
por vos y tus hazañas, no es así porque te lo figuraban en el rostro y en sus pequeñas cejas
caídas te dabas cuenta que la alegría sería , quizá, el momento más alegórico y pasajero que
se podía admitir.
¡No, claro que no! A la final no éramos felices, no satisficimos suficientemente la felicidad
de cada uno como para poder decir que preferimos a esa persona primero que a nosotros
mismos. No lo éramos, ni lo somos, ni lo seremos, porque justo cuando eres feliz tratas de
distribuir esa felicidad contemporánea y la confundís con la antigüedad, con los tratados de
ir a la guerra y volver a salvo de ella, con las marchas globales por igualdades sociales y
por todo lo que creas que está bien y pronto pasará a la historia…
Pero hoy, ¿qué pasa hoy? Ya lo ves, ya lo lees, ya lo intuyes y lo tratas de resolver, pero te
lo digo, hoy soy feliz porque de nuevo tengo palabras, escasas o no, definidas o no,
entendibles o no, delicadas o no, verdaderas o no, hoy soy feliz por vos, así lo haya negado
en todas las líneas, lo soy porque sé que has tenido qué hacer lo que debes hacer, es decir…
Cambiar. Hoy, querida mía, soy feliz conmigo y por vos, porque cambiar implica felicidad
e inconformidad y tengo entendido que, si no se es feliz con lo que se tiene, o lo que se
hace, o lo que se espera, se será feliz reemplazando tu felicidad por la de alguien más.
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