Se
abrazaron tan fuerte hasta sentir que sus cuerpos se compactaban en uno solo.
Luego se miraron profundamente, recorriendo cada ángulo, cada parte de sus cuerpos.
Él tomó el rostro de ella entre sus manos y ella le correspondió rodeándole el cuello
con las suyas. Acto seguido, sus bocas se encontraron en un caluroso beso: el
roce de los labios, el juego entre las lenguas, el choque de alientos; un beso
que detuvo el tiempo por completo, a pesar de durar solo unos segundos. Se
separaron para contemplarse una última vez. Todo había sido tan diferente antes
de esa noche, una vez que se entregaron por completo el uno al otro, que se
acabó la intimidad entre ambos, sin mentiras ni secretos, solo dos personas
compartiendo un cuarto, una cama, una vida. No había palabras para describir
aquel terrible y maravilloso encuentro, ella únicamente soltó un suspiro
mientras un par de lágrimas resbalaban por sus mejillas, tomó sus pertenencias
y se marchó. Él se quedó sentado en la cama, sintiéndose igual que antes de
conocerla a ella: solo.
Inicio y final: Chocantes, bárbaros, dignos de aplausos. El nudo, quizá pudo manejarse mejor, sentí un cambio abrupto del ritmo del cuento, pero bien.
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