El
príncipe había cumplido su mayoría de edad. Sus intereses estaban cambiando, ya
no era el niño que pasaba los días jugando en el jardín asombrándose con la
caída de las hojas, sentía una imperiosa necesidad por declararle su amor a la
princesa que lo desvelaba en las noches.
-¿Me
amas? -pregunto la princesa.
-Te amé
ayer, te amo hoy y le pido a los dioses que me permitan despertar mañana para
seguirte amando -respondió el príncipe con
su vida como testigo.
-¿Por
qué se enamoran los humanos? -pregunto
de nuevo la inquieta princesa.
La
angustia se apodero del joven enamorado, poseía una vasta formación en
matemáticas, astronomía, geografía, historia, etc. Para esa pregunta no tenía respuesta,
buscó desesperado por valles, montañas y
ríos; preguntando a sabios, peregrinos y
campesinos. Hasta que entendió por qué y para qué se enamoran los seres
humanos.
El
príncipe se convirtió en el hombre más sabio del reino y no volvió a ver a la
princesa.
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