viernes, 10 de marzo de 2017

El Muro

Por Luis Carlos Agudelo Patiño


Entonces emprendimos el viaje a la ciudad de new day, el reino de la tranquilidad, en busca del futuro que la patría no nos ofrecía. Tras varios días de camino; de escalar páramos, de atravesar desiertos, de cruzar valles, de vadear ríos y de navegar extensos lagos –pequeños mares-, siempre al norte; nos encontramos frente a una gran muralla. El Muro, que según nos advirtieron, sólo podían atravesar las ratas. Al otro lado, también se nos dijo “reina la paz y la abundancia”.

Entonces fue necesario hacernos ratas. A cambio de nuestras pequeñas fortunas, amasadas con sudor y lágrimas en la tierra enferma de donde venimos, a cambio digo, de tan miserable, único, y por eso preciado botín; un hombre sabio y experto, nos hizo la mutación y aquí estamos. Vivimos en una oscura, madriguera, que compartimos con otras ratas; todas cruzamos El Muro por las mismas razones, con los mismos sueños.

Los dueños de la ciudad amurallada nos tratan bien; se trabaja, se come…incluso hay tiempo para la diversión: de cuando en cuando, envían  gatos a perseguirnos, es un juego, la rata no siempre gana.

Otras ratas llegan diariamente. Algunas, cansadas, regresan a su patria y se hacen hombres de nuevo, desgraciados pero libres, dicen. Como si aquí no se puediera escoger libremente una cueva.

No regresaré a la tierra maldita, nadie me reconocería ahora. Además, allí no hay buen queso. 

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