A tres pasos de la cama yace su cuerpo de nieve, la pulcritud de la escena me estremece, al
parecer soy el primero en enterarse, el escándalo está lejos de mi puerta. Como es
apropiado en estas circunstancias, recorro y analizo la habitación sin mayores indicios a la
vista. Repaso conversaciones, actitudes, mensajes entre líneas de las últimas semanas y
nada parece sospechoso. Entre armarios y cajones sólo está el desorden habitual, la cama
está con sus cuatro almohadas y dos cojines en total orden y sin pliegues en las sábanas y la
tenue luz de las lámparas es suficiente para descubrir cualquier objeto. Esta búsqueda de
ese “algo” esclarecedor sobre los hechos sugiere dedicar el tiempo en pensar, recordar y
hasta adivinar la causa del siniestro.
La observo de cerca, enredada entre sábanas, aun en estas condiciones, luce como arte,
encajaría perfecto en un cuadro de Botticelli. Abstraído en su cuerpo noto marcas alrededor
del cuello, deben ser el recuerdo de las manos del asesino aún sin nombre ni rostro. Tras
pensar un rato, me parece la escena de un crimen pasional: ella en la alfombra con su
pijama de encaje y seda, labios rojos y una negación a los deseos de su amante y asesino; o
quizá leía la novela de la semana cuando la mujer de su amante, la sorprendió para
estrangularla. No, no, me parece más lo primero que lo segundo, porque, ¿cómo podría
enterarse la otra mujer si yo no pude?; es más factible que mi mujer y su amante tuvieran
una aventura totalmente secreta.
Imaginar e inventar teorías, me distrae un poco del dolor y el suplicio de haberla perdido,
de no poder ya nunca trazar su silueta a punta de caricias, ni pintarle el cuerpo a besos, y
menos podré proclamarla diosa en la cima del clímax. Se fue el alma de mi compañera, mi
cómplice, mi amor y solo me queda su cascarón inerte sobre la alfombra.
Recostado a su lado el techo parece más alto y la habitación más vacía; es curioso como
nunca había mirado el cuarto desde esta perspectiva, por impulso o sexto sentido, giro la
cabeza y bajo la cama hay un diario, una chalina y lo que parece un frasco de pastillas.
Me gustó mucho el cuento, es de los cuentos que te transportan a otro escenario u otra época, podría pasar por cuento clásico.
ResponderEliminarMuy interesante y bien redactado, pienso que debería ser un poco más extenso para darle cabida a más trama y conocer el final
ResponderEliminarQue bueno... es un relato muy interesante, cautivador y bien estructurado... creo que solo le falta un desenlace...
ResponderEliminarMe gustó mucho , atrapó mi atención desde la primera línea, es de esas historias que hacen volar tu imaginación al lugar de los hechos,y te metes en los personajes. De seguro no fue un suicidio.....
ResponderEliminarMuy buen cuento, de esas historias que ponen tu mente a volar, cautivan totalmente tu interés y hasta planteas hipótesis. Felicidades por tus talento Laura.
ResponderEliminarMuy buen escrito, interesante, cautiva y genera suspenso... solo falto algo de desenlace.
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EliminarQue buen escrito, es interesante desde principio a fin, su trama y como al final deja a la imaginación del lector.
ResponderEliminarLaura te quedó geniaaaaal, me recuerda mucho a Edgar (Y amo a ese hombre) esta genial genial lo que escribiste.
ResponderEliminarDe qué serían las marcas?
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ResponderEliminarglobal mente me gusto, pero creo que una u otra metáfora más habrían sido bien recibidas, claro que es gusto personal. me gustan este tipo de cuentos, los que tratan de tragedia, muerte, y desesperanza. good job babe.
ResponderEliminarLetras que impregnan mis ojos y transpiran imaginación!
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