jueves, 16 de marzo de 2017

De Cómo Cae la Flor

Por Sebastián López Manco


El sol al nacer penetra en el secreto de aquella cuyo nombre está olvidado. Frágil ella y de resplandor áureo deja pasar la cálida luz matutina por entre su cuerpo, hermosas curvas que se abren a una misma dirección como protegiendo esa oquedad en sombras. Aún dormidas una a una van formando la gran cadena de dorados millares, diríase alhaja de sultán, y se continúa en sinuosas curvas como revistiendo un cuerpo de jovial vestido fiestero. ¡Ah vestidura de oro, mortaja de rey que vistes al gran ser! ¡Espíritu anciano de órgano líquido y piel de corteza! ¿Por qué han olvidado apreciar tu belleza y todo el espectáculo que apenas comienza?

Algunas se le han escapado a Morfeo y se han soltado del vestido, cuerpecillo amarillo emancipado, excarcelado, libertino. Es tal la coloración de amarillo vistiendo este espíritu anciano que se confunden sus flores con frutos de oro, ¡centellante mina de avaricia y codicia! De entre  la fiesta de color entra un viento raudo que sacude las hojas con furia y mueve el vestido al punto que, como un gran salón lleno de parejas esperando a bailar, suena la bella música, el espléndido vals y ellas, como delicadas bailarinas se sueltan y se van para nunca volver. Una a una danzante van cayendo en generoso movimiento pendular; suavizado por el aire el espectáculo es una gran lluvia de oro, torrente áureo, tempestad de riqueza. Continua el vals sonando, es el vals de las flores la música de lo particularmente bello, una melodía de unos instantes y de una vida que termina. Un baile para terminar una vida y empezar otra. Es allí cuando la música empieza a extinguirse y ya el vestido se ha disipado en miles de hilos de oro, al bajar cada vez más los cuerpecillos amarillos se encuentran la seca y gris llanura ¡Qué desidia, haber abandonado el seno de una madre y llegar a la  sequedad de la soledad!

Así lo que antes fue jovial vestido ahora es colorida pradera, montes adornados de amarillo, una sábana que cobijará los pies ancestrales. La libertad del instante, una dicha que da mucho pero dura poco. Quien quiera ser libre que se libere de sí mismo primero.

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