Un ligero movimiento, una pequeña perturbación, tal vez
un temblor; pero, ninguno de sus compañeros pareció notarlo. Con todo lo demás
simplemente lo olvido. Ese mismo día más tarde, cuando estaba entrando en la
cama lo notó de nuevo, esa sensación de que algo era diferente, de que el
instante actual aunque en perfecta sucesión con el anterior era completamente
ajeno, miró alrededor y ahí estaba todo como siempre, como cada noche. Estaba
muy cansado, tachó el día (febrero 13) en su calendario y escribió adjunto
“algo cambió”.
Al otro lado del mundo o más bien en su extremo más
alejado y si el extremo fuera una gran vidriera se podría ver al artesano,
estaba poniendo el mundo dentro de una botella, momento a momento, astilla por
astilla. Esta seria para su colección propia, pocas veces encontraba cosmos que
sintieran el proceso
Al principio, cuando estaba aprendiendo, destruyó varios,
pero estos no se dieron cuenta de nada. Ahora luego de mucha energía gastada en
la misma tarea se jactaba de ser tan delicado, que el mundo en cuestión jamás
notaba que había sido hecho girones y vuelto a construir para exhibición. Este
lo hacía.
Iba a por nuevos mundos al mercado, con el pescador, era
una tarea que se perdía en el tiempo, pero el pescador y él eran ya los únicos resquicios
de otra era. Todo lo que quedaba era ponerlos en botellas y conservarlos.
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