Se
murió, se murió, fue lo único que atino a decir con cara de sorpresa y más aún con
mucha tristeza.
Con
mucho cuidado lo recogió, lo cubrió con su mano, le ayudo a salir del cascarón.
Pensó
que su capacidad podía darle vida, a ese ser que sin plumaje, con sus ojos
cerrados solo buscaba el calor de esa madre que no lo vio nacer.
Pero
Ella estaba feliz de ver los avances y esfuerzos del polluelo hasta el
atardecer.
Pero
oh… error craso, pensó que el agua estaba muy fría y que necesitaba asemejar
ese calor al de su madre.
Entonces
la calentó un poco y un poco y un poco, cuando consideró que su temperatura estaba como Ella creía,
coloco el polluelo.
Más
tarde abrió lentamente su cobija y se encontró con la dantesca situación. Su
pájaro se tostó, porque no resistió el calor, ese calor de madre que le faltó.
Lucharon
ambos. Ella por quererlo salvar y el por quererse salvar de su agitada pero
efímera existencia.
Se fue sin entender, que la vida es un vaivén
y que hay que vivirlo al ritmo, que le toca ese vaivén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario