Por María Camila Páez Castro
El inicio fue metódico, todo el romanticismo práctico fue utilizado, pero la
verdad, el sentimiento no fue planeado.
Las emociones surgieron de tal manera que rompieron con una línea de
tiempo y una costumbre, invadieron un corazón estable y convirtieron
todo en caos, todo cambio a pesar de seguir el manual de cortejo, no es
algo que surgió de la experiencia, fue algo que surgió de la atmósfera
perfecta de la conexión física de dos personas, netamente
desconocidas, extraña una vida de la otra.
Amor y odio, seducción e ignorancia, un cóctel de sentimientos
visiblemente enfrentados, sin manera de controlarlos, sin saber su
procedencia, sin forma de olvidarlos y sin ganas de hacerlo.
Tal vez un amorío fugaz que desprende pasión y arrebatos cuando los
cuerpos se encuentran, una relación que se encuentra en el limbo entre
el avanzar para terminar y el no caer en el abismo del desgaste y el
choque con la realidad, aquel donde sí se demuestra mucho no ganas
nada, pero si no lo intentas pierdes todo.
Dos amantes, reducidos a vivir de toques, miradas y palabras, sin sentir
haber cumplido con la culminación de su atracción donde sólo hay tres
secretos, dos personas y una historia.
Fascinante!!
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