domingo, 19 de marzo de 2017

El Absurdo y El Ello

Por David Bedoya Taborda

Ese día decidí salir de mi habitación por primera vez en mucho tiempo, recuerdo que el día era caluroso y el aire se sentía pesado a causa de la polvareda que entraba desde fuera, pero muy a pesar de eso tomé mi sombrero, medio me arreglé y salí de la habitación en busca de la salida del edificio; en el pasillo hice lo que acostumbraba en ese entonces, pasé los ojos rápidamente por todos los objetos que alcanzaba a ver y posteriormente trate de definir la forma cómo me sentía, era algo que disfrutaba y me gustaba hacerlo particularmente en ese pasillo, pues sentía que la forma como percibía las cosas allí era muy inconsistente, las sensaciones que me producía ese pasillo aparentemente ordinario dependían fuertemente de la predisposición en mi estado de ánimo; en algún momento incluso llegué a realizar un intento de pensar alguna causalidad y siendo incapaz de encontrar un patrón desistí de la idea, pero eso poco importa en el relato, el caso es que seguí caminando hasta alcanzar las escaleras, empecé a bajarlas y cuando me encontraba en el rellano me sentí atraído a mirar mi reflejo en el gran ventanal del lado, ahora mismo no podría explicar por qué, quizá fue alguna arremetida de una absurda vanidad o una simple eventualidad. Lo curioso de la ocasión es que al mirarme no me reconocí, al menos no de la forma cómo lo había hecho hasta entonces, en su lugar, solo vi un rostro asexuado que me miraba de manera implacable pero con una expresión algo peyorativa, una náusea me recorrió el cuerpo a causa del desconcierto y sentí un primer esbozo del desasosiego que me acompañaría desde entonces, transido, decidí bajar la mirada para levantarla nuevamente unos segundos después, pensé que quizá empezaba a desvariar a causa del calor, pero cuando miré nuevamente ahí seguía ese rostro que empezaba a resultarme odioso y a causarme algo de tedio, ese reclamo tácito de explicaciones me causaba repulsión, así que finalmente decidí mirar a otro lado, pero sin saber a dónde mirar o qué mirar, me encontré confundido y, sin saber cómo reaccionar, simplemente me quedé en el rellano, pasó algún tiempo considerable y cuando resultó difícil ver algo en el cristal a causa de la noche me sentí aliviado y regresé a mi habitación, ya no quise salir.

Esa fue la primera vez que me ocurrió, pero no fue la última, siempre ocurre cuando trato de verme a mí mismo desde entonces, mi reflejo me resulta particularmente desconocido y no puedo ver nada más que ese ello, ese rostro impersonal; con el tiempo se ha convertido en algún tipo de desasosiego, pero me he acostumbrado y hago lo más racional, lo que cualquier hombre respetable haría, limitarme a ignorar a ese absurdo en mi existencia.

2 comentarios:

  1. Excelente cuento,en especial por la forma en que se aborda la situación del personaje

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