Ahí estaban tumbados en el suelo, en
un verde tan extenso que jamás los ojos hubieran podido abarcar tanta
inmensidad, las hojas de los árboles caían serenas jugueteando con las suaves
brisas del viento que las hacían dar vueltas antes de parar en el frío suelo.
Laura estaba ahí, su respiración casi nula le hacía pensar que él estaba solo
aunque era una mujer sin igual, bella hasta lo más mínimo; estaban tumbados sin pensar en nada, esperando a que
el tiempo pasara y quizás las cosas fueran diferentes.
El conoció a Laura en un día de
lluvia, veía como todas las personas se quejaban por el tiempo; sin embargo, a
lo lejos divisó a alguien que simplemente sonreía y bailaba, él había creído
que nunca más podría encontrar otra vez a alguien que lo hiciera sentir de tal
manera. Todo su futuro paso al frente de él, tenía forma de mujer, una gran
sonrisa, un vestido rojo e iba mojada hasta los huesos; Simón inmediatamente le
ofreció un lugar bajo su paraguas y sin saberlo también uno en su corazón.
Simón y Laura eran felices a su
medida, parecía que no les importaba como las demás personas los veían, para
ellos el tiempo no era una preocupación; los días transcurrían y la rutina los
alcanzaba tomando algo dentro de un pequeño café donde los olores del ambiente
se mezclaban con el dulce perfume que Laura usaba; su olor atravesaba todos sus
poros y penetraba hasta la mente de Simón quien parecía deleitarse con todo lo
que sucedía en el instante. Era común que no vociferaran muchas palabras pero
se habían dicho más con las miradas y los gestos. Los lugares encerrados no
eran del agrado de Laura es por eso que sus pequeñas citas se trasladaron
rápidamente al parque de la ciudad donde cada tarde tenían un encuentro. Simón
llegaba al parque siempre puntual a esperarla, ella se demoraba un poco más,
pero en ese tiempo él se imaginaba cómo iba a aparecer por un extremo del
parque con su cabello revuelto inventando una pequeña excusa que simplemente
habría pensado en el camino, porque así era ella, descompilada;
nada en su vida le preocupaba y encontraba la felicidad en todo momento,
sus citas ahora tomaban otro rumbo, el deleite de la compañía mutua era
primordial, se tumbaban en el suelo a jactarse de la existencia y la presencia
del otro esperando a que el sol cayera y se ocultara en el horizonte.
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