viernes, 17 de marzo de 2017

Antes Que Caiga El Sol

Por Juan Daniel Duque Zapata

Ahí estaban tumbados en el suelo, en un verde tan extenso que jamás los ojos hubieran podido abarcar tanta inmensidad, las hojas de los árboles caían serenas jugueteando con las suaves brisas del viento que las hacían dar vueltas antes de parar en el frío suelo. Laura estaba ahí, su respiración casi nula le hacía pensar que él estaba solo aunque era una mujer sin igual, bella hasta lo más mínimo; estaban  tumbados sin pensar en nada, esperando a que el tiempo pasara y quizás las cosas fueran diferentes.

El conoció a Laura en un día de lluvia, veía como todas las personas se quejaban por el tiempo; sin embargo, a lo lejos divisó a alguien que simplemente sonreía y bailaba, él había creído que nunca más podría encontrar otra vez a alguien que lo hiciera sentir de tal manera. Todo su futuro paso al frente de él, tenía forma de mujer, una gran sonrisa, un vestido rojo e iba mojada hasta los huesos; Simón inmediatamente le ofreció un lugar bajo su paraguas y sin saberlo también uno en su corazón.


Simón y Laura eran felices a su medida, parecía que no les importaba como las demás personas los veían, para ellos el tiempo no era una preocupación; los días transcurrían y la rutina los alcanzaba tomando algo dentro de un pequeño café donde los olores del ambiente se mezclaban con el dulce perfume que Laura usaba; su olor atravesaba todos sus poros y penetraba hasta la mente de Simón quien parecía deleitarse con todo lo que sucedía en el instante. Era común que no vociferaran muchas palabras pero se habían dicho más con las miradas y los gestos. Los lugares encerrados no eran del agrado de Laura es por eso que sus pequeñas citas se trasladaron rápidamente al parque de la ciudad donde cada tarde tenían un encuentro. Simón llegaba al parque siempre puntual a esperarla, ella se demoraba un poco más, pero en ese tiempo él se imaginaba cómo iba a aparecer por un extremo del parque con su cabello revuelto inventando una pequeña excusa que simplemente habría pensado en el camino, porque así era ella,  descompilada;  nada en su vida le preocupaba y encontraba la felicidad en todo momento, sus citas ahora tomaban otro rumbo, el deleite de la compañía mutua era primordial, se tumbaban en el suelo a jactarse de la existencia y la presencia del otro esperando a que el sol cayera y se ocultara en el horizonte.

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