En una noche fría, nos encontrábamos al rededor del fogón abrigándonos, como no había
vancos ni sillas para sentarnos, mi hermana Liliana y yo nos sentamos en las tulpas del
fogón, donde más estaba calientico y le rogamos a la abuela que nos contara cómo había
sido su niñez. La abuela con nostalgia dijo, nada es ahora como cuando estas tierras eran de
mi Papasito; todo esto estaba sembrado de maíz, trigo, habas, ollocos, zanahoria, majuas y
quinua. No comíamos como comen ahora bustedes, ¡umm guaguas, que van a entender!
dijo, y prosiguió. En mis tiempos el arroz era una golosina, mis Papás cosechaban el trigo
y lo molían para sacar la harina. Entonces la abuela dijo, tampoco tomábamos chocolate ni
café, solo era agua de panela. No había estufas, todo lo que se preparaba era en el fogón.
Cuando yo tenía como ocho o nueve años, mis Papasitos me llevaban al monte a sacar leña,
nos íbamos con seis o más vecinos (as), llevaban caballos para sacar la leña y también
canastos para cambalachar (trueque) pan, huevos y arroz por panela; cuando ya nos
regresábamos con cargas de leña y los canastos llenos de panela, chiros y alfeñique,
teníamos que calcular bien el tiempo y madrugar para llegar en horas de la noche al lugar
que le llamaban los ranchos, porque era una casa de chaclas y paja abandonada para
descansar allí, y al otro día seguir de regreso a casa.
Ese día llegamos como a las 7 de la noche a los ranchos, mi Mamá prendió candela e hirvió
aguadepanela para comer con tortillas que llevábamos de avío, después de comer, se
burlaban y se reían que la vieja del monte llegaría esa noche. Como no había camas,
hicieron una cama para todos, yo me acosté con mi Papá, y recuerdo que mi Mamá se
quedó abrigando. Como a media noche mi Mamá nos hizo despertar diciendo que había
llegado la vieja y que parecía que se comía a alguien, que si todos estaban bien, todos
dijeron que sí, que se acueste porque había que madrugar. Al otro día contó que ella no
había tenido sueño y se quedó detrás del fogón, cuando de pronto que empezó hacer mucho
viento, y vio que entro una mujer grande, con el pelo largo, gibosa, y que se paró en frente
de todos donde dormían y que los contó, se agacho y que parecía comía algo, y se fue. En
esas, don Adonías un vecino, dijo, ¿qué será que me duele?, y empezó a toser y vomitó
sangre, ahí, todos se asustaron y dijeron, se lo ha comido la vieja del monte, lo llevaron en
caballo hasta el pueblo, cuando llegaron al puesto de salud, murió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario