Tus ojos son inmensos y profundos - exclamó Finch-, ¿por qué lo dices? si por lo contrario son pequeños
y muy oscuros- le dijo Amy con intriga-. Finch tomó su mano y mirándola perdidamente le dijo: es así,
porque al verlos, el universo entero se refleja en ellos, ¿y sabes qué más tiene el universo? Amy sonrojada
le preguntó: ¿qué misterios? entonces Finch la besó, y le dijo: por ejemplo, el misterioso sentimiento que
se crea en mí, cuando te beso… mi vida, mi universo.
Luego de tan difíciles pruebas, y tanto que a ellos se les presentaba en tan agrestes tierras, el día a día se
traducía en un amor cada vez más incalculable y sempiterno, y aunque todo lucía tan bien, había algo
que tenía inquieto a Finch desde tiempo atrás… era la salud de Amy, y si bien, ella siempre afirmara que
estaba completamente sana, era claro que así no era, y ante la intriga y la impotencia de querer hacer algo
por ella, Finch le dijo: Sé que esto te será incomodo amada mía, pero me preocupas tanto, como me
preocupa el amanecer y no verte a mi lado, dime, ¿hay algo acaso, con tu salud, que deba saber y no me
has contado? Inesperadamente Amy rompe en llanto, y masculla con voz entre cortada: sí amado mío,
pasa algo, nunca te lo dije, porque seguro jamás habrías puesto tus ojos sobre mí. Verás, desde hace años
lidio con una terrible enfermedad, una que, dentro de poco representará el ocaso de mi vida. En una
indescriptible mezcla de sentimientos, Finch solo se atreve a preguntar ¿cuánto tiempo más podremos
estar juntos?, a lo que, aterrada, Amy le dijo: tan solo me restan doce horas de vida, mi amado Finch.
Haremos cualquier cosa que desees hacer, dijo Finch tratando de lucir fuerte cuando por dentro se desquebrajaba
a pedacitos. La aurora boreal veremos -dijo Amy -, y juntos en tan místicos colores nos amaremos
en el poco tiempo que me queda.
Y cuando ya los mágicos colores se empezaban a reflejar y a danzar en el inmaculado cielo nocturno de
esas tierras que solo sombras habían traído siempre, el universo se volvió solo para dos amantes. Finch
y Amy trataban de ser fuertes, de ignorar la situación… lo lograron, ya solo veían el fruto del amor que
tanto edificaron por largo tiempo. Y en un último, pero perpetuo beso, sellaron para siempre, -con el
infinito de testigo-… su unión. ¡Te amo!, pronunciaron al tiempo los dos. Pero sin Finch saberlo, fueron
estas las últimas palabras de su amada que se desvanecía en el aire, así como se desvanecían sus lágrimas,
su corazón y al final… su vida. Ya Amy se había ido.
Aunque para siempre queramos que algo sea, efímero este será. Pero cuando del amor se trate, las
dimensiones no importan, trasciende a los confines del universo, allá a donde no imaginamos llegar.
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