Era una fría mañana de principios de mayo, Felipe se levantó muy temprano, con
mucha ansiedad, expectativas y un poco de miedo. Ese día significaba para él,
la posibilidad de cumplir un sueño que por cuestiones de la vida, del destino o
de su propia incompetencia (como el mismo pensaba) había estado
postergándose. Felipe caminó por las desoladas y frías calles del pueblo que lo
había acogido durante los últimos dos años de su vida, pero que a pesar de lo
bonito y acogedor que le parecía, sentía que no estaba en el lugar adecuado y
que precisamente por eso se había levantado ese día, porque quería estar en
lugar adecuado para su vida, quería encontrarse con ese destino que lo había
esquivado en dos ocasiones anteriores. Pero el camino hacía su sueño siempre
había estado plagado de dificultades y ese día no parecía ser la excepción, a
parte del frio habitual de la ciudad, esa mañana la lluvia amenazaba con impedir
que Felipe tomará el bus que debía llevarlo a enfrentar el reto que hasta el
momento era el determinante de que estuviera en ese lugar y en ese preciso
momento. Felipe no estaba dispuesto a darse por vencido, salió a la calle, la
lluvia a cada momento se hacía más fuerte y èl en realidad no conocía el lugar
al que se dirigía. Cuando pudo encontrar el transporte que necesitaba, al salir
del pueblo y ver esa geografía tan difícil y frágil, sintió miedo de quedar atrapado
en un derrumbe, o ser víctima de una fatalidad peor y sabía que el tiempo jugaba
en su contra. Poco a poco supero los obstáculos del camino, pero seguía el
mayor de todos, acababa de llegar a un lugar desconocido para él, debía
encontrar un colegio en el que 120 preguntas y 3 horas y media lo separaban de
cumplir el que para él sería el mayor logro de su vida. Logró ubicar el sitio, esperó
impacientemente hasta que lo dejaran ingresar, entró al salón, se sentó y recibió
el examen con mezcla de miedo y ansiedad, pero con una valentía dando fuertes
patadas para salir del fondo. A Felipe aquel examen le parecía eterno, complejo,
agobiante pero debía vencerlo. Felipe pasaba de la alegría a la frustración con
cada pregunta, sus emociones iban en una montaña rusa y el no sabía que tanto
podía soportar esa travesía. Ya sin tiempo, Felipe se percató de que se equivocó
llenando una respuesta y esto desencadenó el error en muchas otras.
Efectivamente Felipe se equivocó pero por motivos que prefiere no saber, hoy
está feliz porque está donde siempre quiso estar, con su sueño hecho realidad.
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