Hace mucho, pero mucho
tiempo, antes de que existiera la industria, en una época donde prácticamente
todo se hacía a mano, se inventó un instrumento de madera que pudo recrear las
más hermosas melodías del mundo, así como otros tantos instrumentos que existieron
y existen. Dicen que esta creación fue tallada con la forma de una mujer, por
un alquimista que perdió a su amada, y que para revivirla, capturó su voz en
una caja de madera con clavijas, un mástil y cuerdas especiales que al tocarse
juntas o por separado, recreaban las canciones melodiosas de su amor. Muchos
viajeros que pasaban por el lugar dónde vivía aquel alquimista, se detenían
todas las tardes, y durante largas noches, escucharon atentos las melodías que
escapaban por una ventana. Sin embargo, el alquimista se había convertido en un
ente solitario, durante años, nunca nadie pudo saber el origen de tan
encantadoras melodías, con el paso del tiempo la música que provenía de aquella
ventana pasó de ser alegre y continua, a ser melancólica, discontinua y triste.
Un día un flautista pasó por allí, hacía frío, y él andaba en busca de posada,
viajaba desde muy lejos, pero en el camino algo llamó su atención, unas
desdichadas notas, que para nada sonaban mal, solo que eran tristes. Así que a
través del silencio comprendió que cerca había un ser que se encontraba en un
momento difícil, por lo que al escuchar las notas que salían por aquella
ventana, no pudo evitar dirigir su flauta a las estrellas y seguir con su
música la melodía que sonaba. Aquella noche el flautista viajero, fue invitado
a pasar al hogar del viejo quien se recargó de fuerza al escuchar al flautista en
complemento animoso. El flautista le narró al anciano historias fantásticas que
corresponden a hechos mitológicos cuyos tiempos hablaban de siglos atrás;
grandes guerreros fueron invocados, dioses, monstruos y batallas tan campales
como el amor. Cuando llegó el alba el flautista se fue a descansar, antes de ir
a dormir, le explicó al alquimista, que en los días posteriores se iba a
dirigir a las tierras más lejanas donde se oculta el sol, a llevar el mensaje
de la música y la alegría que debe retornar por todos los caminos. Juntos partieron
el flautista y el alquimista, viajaron hacia el sur oeste, llegaron a la India,
navegaron intrépidamente el río Ganges,
pasaron por Turquía y descendieron a las lejanas tierras de Etiopía
hasta cruzar el Sahara evitando los tiempos de guerra, que enfrenta absurdamente
a los hombres entre sí. Unos años más tarde, según dicen las leyendas, los dos
viajeros, el alquimista y el flautista,
fueron al “nuevo mundo” llevando
la música desde los Grandes Lagos, los Andes hasta las Pampas... Desde esos
días la guitarra y la flauta sí que han sonado juntas la en las carreteras de
américa, las plazas, sus pueblos y montañas... contando historias memorables,
hablando de los buenos hombres o los malos; el verso y el beso... el amor
apasionado y desenfrenado o el compartir de la vida en la incandescencia de una
buena comparsita...Dicen las malas lenguas, que el alquimista murió en
Marinilla-Antioquia hace como 150 años y que
al fin pudo juntarse con su amante, por eso narran los cuentos, que
dentro de cada guitarra marinilla viven los amantes, se encuentran y recrean en
la forma más sencilla del amor y alegría que viajan por la vida a través de la
música....¿Y qué pasó con el flautista? Pues que aún no ha muerto, y que anda
errante por estos pueblos... incluso, una vez lo vi, un primer sábado del mes,
en la plaza Bolívar de Medellín, sentado, al lado de la fuente, contento con
una flauta de madera y en bienaventurado
alborozo, declamando poesía...
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