viernes, 17 de marzo de 2017

Chuva…

Por Andrés Darío Zapata Grajales

Son las dos de la mañana y se descarga un aguacero tremendo sobre el valle, no es uno de esos que hacen sonar los tejados en gárrulas tonadas; es un aguacero vulgar, como un chorro de agua abierto a toda potencia. Cae y golpea con zafiedad las tejas de barro del techo, las calles, los árboles, los autos en las calles, y las personas que se atrevan a estar en ellas…

Me levanto a las diez de la mañana y no ha cesado la lluvia, ya no es el vendaval de la noche, pero continúa anegando sin cesar. Miro por la ventana y un velo blanco como seda transparente cubre todo. Siempre me he preguntado, a dónde va la montaña cuando se esconde detrás de las nubes ¿Es real la montaña, sin importar que no la vea? ¿Deja de existir mientras el telón de agua la borra del paisaje? …. 

Como no puedo salir a la calle bajo este diluvio, o si puedo, pero me mojaría y mojaría mis libros, me decido a empezar las lecturas del día en casa. Escojo un libro de poemas de García Lorca, y se queda fijo en mi mente un verso del poema Ciudad sin sueño: “No es sueño la vida ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!”; de lo más hondo de mí, sale un grito que quiere despertarlos a todos. En el tinglado de mi balcón, una advertencia se una a la tromba y cae con ella…. 

Ha menguado el calibre de las gotas y, ahora es un simple sirimiri. En el trópico, en Medellín, el clima es lo más inquieto posible. Mientras camino con mi perra Candela, pienso que, de esa inestabilidad climática, puede venir lo cambiante de mi pensamiento, que se renueva con la brisa que canta, con un rayo de sol, con la tierra y las nubes hinchadas por el agua recogida… 

Cuando llego al parque abro el libro que he llevado conmigo para este rato: La Gaya Ciencia de Nietzche, y siento que sus palabras caen como el rocío suave que ahora moja las hojas; que sus frases son como las perlas que cuelgan de los juegos metálicos, hechas de granos de agua, diamantinas, translúcidas, fértiles. Nada es eterno, ni el eterno retorno. Algún día, así como tú destronaste a Dios, alguien te destronará a ti, y en ese poner y quitar de reyes se da el avance de la suciedad… 

En fin, para no aburrirme de más prendo un porro y lo que hasta ahora era un fastidio, se convierte en un espléndido día frío. El viento juega con una nube a la altura de la cresta de la cordillera, la envuelve y la desenvuelve. Ella se deja estirar, desplegar, despedazar. El viento feliz la mueve a todos lados… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario