viernes, 17 de marzo de 2017

El Espejo

Por Janier Molina

Erase una vez un joven zorro, de ojos grandes, de esos que ven más allá de lo evidente, o lo intentan; con aspiraciones, aspiraciones de belleza, ¿qué es belleza?, ya lo han llamado bello antes para luego ser lanzado al mundo de una patada en el culo, detonante involuntario y absurdo de la comprensión, irrisoriamente revelador. Soñaba con volar.
- “¿Qué me queda sino mi conciencia?, aun si mi pelaje se manchó.” –meditaba en su mesa.
- ¿Me prestas tu escalímetro? –Le interrumpió la mariposa con todos sus colores, cuanto frustraba al supuesto zorro.
-“Ella no es bella” –pensó él mientras delineaba sus formas y su propio reflejo. Con los años había notado la evolución de su mirar, del avistamiento casual, de la mirada posesiva, de la contemplación de lo sublime-, “Ella es sublime.” –se lo entregó.
- Gracias, ahora te lo devuelvo –respondió ella con su habitual sonrisa, simple y tímida, delgada y húmeda, arqueada levemente hacia la izquierda, deseable.
- Te admiro –se lanzó.
- …
La luz en sus lunas osciló.
- Y me encantas.
- Pero soy un gusano –contestó arrastrándose.
- Si pudieras verte a través de mis ojos…

Y el zorro la envolvió con sus alas.

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