domingo, 19 de marzo de 2017

Desterrados

Por S. M. Kath


Me llené de angustia por la pregunta evadida; y en vez de expresarlo, empecé a caminar; salí del edificio, conduje a casa, me acosté en el suelo de mi cuarto medio vacío, y aceché el techo hasta que quedé atrapado en sueños.
Soñé con ella, por supuesto.
Mis fantasías materializadas y las emociones tan reales; porque son reales; ¿no lo son?
¿Por qué no serían reales las emociones en sueños?
Soñé con ella y esta vez no hubo destierro ni maltrato; soñé con ella y esta vez su rostro era su rostro, soñé con ella y esta vez su respuesta fue clara.
— ¿Te quedarás conmigo? —
— Me quedaré contigo —
Vaya respuesta más simple; vaya paroxismo de emoción el que me produjo.
Pero desperté; por supuesto desperté.
Desperté y recordé el rostro que ya no parece su rostro, el olor que ya no es más su olor; recordé aquel destierro inminente e imprevisto; la violencia y el maltrato.
¡Ah, aquel maldito destierro!
Y ahora las lágrimas bajan por mis mejillas y me hago un ovillo en el suelo y me angustio de nuevo por la pregunta evadida.
— ¿Te quedarás conmigo? —
Pero por supuesto la pregunta quedará sin respuesta; por supuesto la angustia no desparecerá de mi vida. ¿Cómo podría lo arrebatado volver a donde pertenece? ¿Cómo podría la muerte retroceder y dar nuevo paso a la vida?
No puede, nunca podrá.
Y es por eso que mi pregunta nunca será respondida.
¿Cómo podría ella, después de 3 días en la morgue, dar alguna respuesta?

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