domingo, 19 de marzo de 2017

Animales Salvajes y Domadores, Bestias y Amos

Por Kevin Yesid Quintero Bedoya

Mira a la bestia, aquella bestia salvaje, sin amo y sin dios, allí en medio del bosque, admira su belleza; Acércale, mírala con ternura en tus ojos, con el látigo en tu hombro, y la comida en tus manos; Sáciala en el comer, invítala suavemente al rectángulo de barrotes; Sácala en tu territorio, en tu control, deja que conozca su nuevo hogar; Enséñale a contenerse a sí mismo, en aquel rectángulo por las noches, o cuando lo ordenes; Enséñale trucos luego, hazlo de mala gana, ello le pasa por no dormir cuando lo ordenaste; Enséñale trucos, hazlo de mala gana, el látigo dará perfección a su técnica; Enséñale de la caricia estridente de la energía, enséñale del hambre paralizante, de la ridiculez innecesaria de la calma; Enséñale del inclinarse, del acariciar sin saber para qué, de las cadenas opacas con sangre de otros, del miedo a sí mismo y a la libertad; Muéstrale comida cuando os plazca, no cuando la necesite, dale migajas por cumplir su labor, no sea que contenga su hambre, como lo hacia afuera, cuando la presa era solo un lujo, y la necesidad una normalidad; Muéstrale que resistir es alargar el cansancio, de lo inocuo de sus tímidos intentos por escapar, muéstrale que es pertenencia, ya no un ser vivo; Muéstrale como una figura más pequeña domina seres tan grandes, muéstrale tu poder, muéstrale autoridad, muéstrale que el “era”, muéstrale que ya no “es”; Pero cuidado, no vaya ser que descuides el último paso, que recuerde de donde vino, que aun quiera volver; No vaya a ser que te desgarren suavemente sus patas delgadas de uñas cortadas, o te aprieten sin fuerza sus mandíbulas de colmillos arrancados; No sea que escape, que divida sus escasas fuerzas en el hacerte retroceder, y en su escapar; Lejos de ti, con gran lamento, puede ser visto ya, recostado en el suelo, en su bosque, con sus ojos húmedos; Humedad de llanto, de ver al cielo, y sus magnánimos rayos de sol entre la nubosidad, de tomar aire sin cigarrillos y carcajadas; O humedad de unos ojos muertos, cuando la fatiga, el hambre, el tormento y la rabia aplastaron ya la voluntad de vivir; Si, se ha ido, pero se ha ido libre, ha muerto vestido de su naturaleza, recordada con dolor, a cada paso hacia su hogar; Lo último que recordará, será la caricia, llena de amor infinito, indiscriminado, que le diera allí una gota de lluvia, que bajara por una hoja verde hasta su mejilla, antes de que su vista se perdiera por siempre entre sus troncos, sus raíces y sus hojas, su luz y su oscuridad…

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