lunes, 27 de febrero de 2017

La Casa no es Igual

Por Juan Sebastian Espinosa Uribe


Algo cambió… me refiero a que algo no es igual que siempre en esta casa. Puede que suene extraño pero estoy completamente convencida de que algo ha cambiado. ¿Cómo estoy tan segura? Simplemente lo sé. Nunca había conocido esta casa como ahora la conozco, nunca había percibido el mundo como ahora lo percibo y nunca había sido dueña de mí como ahora lo soy. Si, definitivamente algo cambió.
El sagrado corazón no me mira igual, no sangra igual.  No es igual y, sin embargo, es el mismo cuadro, el mismo rostro, el mismo morboso corazón sagradamente sangrante. No, él no ha cambiado, sigue siendo tan joven y bello como hace tantos siglos – Divina Juventud.
Los muebles siguen siendo tan heterogéneos como siempre.  Gracias tías cincuentonas por sus donaciones - ¡mijita pero si no tienes nada! ¿Qué esperaban encontrar en la casa de una joven recién mudada?
Permanecen las mesitas con mantelitos tejidos por mi abuela, coronadas por un florero sintético – porque hoy en día todo es así, nada es de corazón -  con flores igualmente sintéticas; el viejo televisor que nunca encendí - ¿mos? ¿Leve mareo? - cubierto de polvo y libros con cubiertas de cuerina. Los mismos cuadros de los Rolling Stones, Aerosmith y el Gran Combo; los cd, los portarretratos con fotografías de una pareja feliz, las cucharas y ollas y la siempre vacía alacena.
La forma de eLe se conserva en el apartamento – apartamento o casa, me da igual, aquí rio, aquí lloro, aquí sufro. Habitación, habitación, baño, cocina, comedor y sala de estar, puerta de entrada y biblioteca. Biblioteca, puerta de entrada, comedor y sala de estar, cocina, baño, habitación, habitación.
Paredes del mismo color blanco crema con las mismas manchas que prometí - ¿mos? – ocultar cuando se volviera a pintar; sigue la humedad enmoheciendo la esquina superior derecha de la pared frente a mí  - desde donde yo la veo ¿y desde donde la ve usted? – que hace parte del tradicional cubo que es la sala de estar y…
Una mancha.
Una mancha en la pared.
Una mancha rojiza en la pared.
Una mancha rojiza en la pared de la biblioteca.
¿Huele a hierro? Si, a eso huele,  a hierro y vegetales. ¡Estoy cocinando!   ¿Cómo se me pudo olvidar la sopa? ¡Ya sé que cambió!: ¿Dónde está el cuchillo de picar vegetales? – porque hay un cuchillo especial para cortar vegetales.
Mareo, desvanecimiento, agotamiento, me abandonan las fuerzas, la claridad y la excitación. Adiós casa que ha cambiado sin cambiar, adiós vegetales de hierro que manchan rojizamente las paredes, adiós “corta vegetales”  que yaces en su cuello.
¡Querido mío, ya he – mos – comenzado a pintar de escarlata! 

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