Por Cristian David Mazo Munoz
Llovía un mar sobre la oscura inmensa nada. Gota a gota contempló cómo su
barco se llenaba con la certeza de que debió haber estado hecho de madera en
lugar de papel. Y paciente como nunca, esperó complacido de haber elegido el
tono correcto de azul; lamentando únicamente que a donde iba no había luna.
Rodeado de azul infinito y empapado hasta los huesos del silencio profundo, no
quiso hacer más que esperar a que su barco encallara en el centro del mundo.
Aunque su mundo se había quedado a flote.
En el fondo, donde la lluvia caía desde abajo, donde mil estrellas tímidas le
aguardaban impacientes, se sintió perdido. Y decidió dejar de buscar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario