Botero llegó al café porque no había más a dónde ir.
La tarde era sofocante. Ocupó una mesa cerca de la ventana. Además de la suya,
sólo había otra mesa ocupada, la contigua; un hombre con los ojos casi pegados
a su libreta. Estaba muy concentrado. De fondo, las trompetas de La Matancera.
–¡Eureka!
–dijo el otro, levantándose de su mesa con la libreta en la mano. Botero no
pudo evitar mirarlo. El otro se acercó con un par de zancadas.
–¿Puedo?
–Bien
pueda –dijo Botero.
Además
de la mirada desbordada, no había nada que temer. Con personajes así se
encuentra todo el tiempo. Ni se presentan y ordenan. El mesero pone dos
cervezas en la mesa, y ninguno nota la humedad de sus ojos.
–Quiero
que sea el feliz primer hombre que conoce mi descubrimiento: ahora sé sobre qué
temas se escriben los mejores cuentos; quiero decir, en qué deben desembocar.
–¿Y
cómo lo hizo?
–Sencillo,
joven, he leído todo, todo lo que se debe leer, y ahora, al mirar mis notas, creo
que puedo decir esto con total seguridad: los temas de los cuentos perdurables
son el amor y si no muerte.
Botero
alza las cejas en un gesto de desilusión, pero quiere seguir el juego. El otro
continúa.
–Ya
Georges Polti dijo que sólo hay treinta y seis situaciones dramáticas, que no
hay originalidad, y yo complemento que no hay otros temas para los grandes
cuentos.
–Deme
un ejemplo.
–¿Qué
más ejemplo…? –abre las manos como abarcándolo todo.
–No
le entiendo –sonríe Botero y pone su mano derecha cerca de la cerveza del otro,
quien mueve la cabeza, sin parar, en un gesto afirmativo.
Ahora
los dos sonríen, juguetean con los gestos. Siguen siendo los únicos clientes y
esa soledad es perfecta. Por fin las manos se encuentran y Botero piensa que
aquella excusa fue muy buena para comenzar a hablar, y se aventura a jugar con
los pies por debajo de la mesa. La serenidad del otro hace que el empeine de
Botero suba hasta la entrepierna de enfrente. El ruido de una silla que cae en
el interior de la bodega, los interrumpe.
Los detalles, casuales como el determinismo de la vida.
ResponderEliminarTouché
ResponderEliminarBorgeano, Garcíano. Un cuento de amor o de muerte.
ResponderEliminarQué buen manejo de los diálogos. Trama delicada e incisiva. Me gustó la narrativa como daba indicios obvios sin nombrar la situación.
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