lunes, 6 de marzo de 2017

Nadie

Por Johan Alexander Lopez Loaiza

… Y al final en un día lluvioso lo abandono todo, abandono su vehículo de cuatro ruedas que vomita fuego cada vez que avanza, abandono la cajita de fósforos donde solía vivir y también su lugar de trabajo, abandono muchas de las cosas que nunca quiso ser pero que irónicamente fue. Pensativo y con un rostro inexpresivo deambulaba por una ciudad vacía y fría, al cesar de llover notó que se habían formado charcos en algunos lugares de la calle y curioso como un niño se asomó en cada uno de ellos, observó que a pesar de la quietud del agua veía su reflejo distorsionado, él no se reconocía y se preguntó si alguien alguna vez lo había hecho, comenzó a sentir entonces un cosquilleo extraño alrededor de sus ojos y una sensación un tanto molesta en la nariz, no se explicaba lo que podría ser puesto que hace mucho tiempo no percibía algo así, su sentido del gusto dio alarma de haber ingerido algo salado, se llevó las manos al rostro y con sus dedos tanteó sus labios y advirtiendo humedad en ellos continuo haciéndolo, alcanzaba a imaginarse los riachuelos que sus lágrimas habían dejado por su piel, no pensaba parar, quería conocer el nacimiento de los ríos que desembocaban en su boca, palpa sus ojos y se entera que llora, no podía recordar cuando había sido la última vez que lo hizo y paradójicamente sus labios se tornan en forma de U al mismo tiempo que de sus ojos brotan más lágrimas.
– Solamente soy un esquirol – Piensa.
– El dinero, las casas, las fiestas, los carros, las joyas, los lujos no son para tanto, son para tontos... ¡ahhh! Cuanto tiempo perdido.
Ya no tenía un lugar al cual ir, ni un camino que seguir, salvo el que decidiera labrar por si mismo, sus recuerdos anteriores a su deformación evocaron llegando a su mente como una lluvia de estrellas, la lectura de un buen libro, un café o una cerveza bajo el firmamento, la desobediencia justificada, una buena charla, recuerdos de la infancia y adolescencia, la empatía, tomarse la vida cómo un chiste, cómo un juego, dar la mano y recibirla, acciones tan sencillas pero que producían una gran satisfacción y en especial la búsqueda de los sueños que aún no estaban contaminados por nuestra sociedad; éstos eran los sueños por los que vale la pena vivir, éstos eran los sueños que él volvería a buscar, pues al final todos queremos o ansiamos que la propia existencia tenga un significado. 

1 comentario:

  1. Me gusto mucho, es duro salir de nuestra zona de comfort e ir detrás de algo que es incierto pero que nos llena el alma¡¡

    ResponderEliminar